Prohibido prohibir



Cuando se le preguntó a AMLO si ahora -luego de haber constatado en carne propia que los amuletos no protegen del Covid-19- usaría cubrebocas, su respuesta no pudo haber sido más irresponsable: "No, ahora ya. Además, de acuerdo a lo que plantean los médicos, ya no contagio".

Los argumentos de su "libertaria" decisión son insostenibles: "En México no hay autoritarismo, está prohibido prohibir. Todo es voluntario, lo más importante es la libertad y cada quien debe asumir su responsabilidad.

"En México no ha habido toque de queda como en otras partes, ni se ha obligado a nada, es una decisión de cada persona. ¿Qué es lo que se ha venido recomendando? Cuidar la sana distancia, el no hacer actos masivos, cuidarnos incluso hasta de reuniones familiares, cuando participan muchas personas, eso básicamente", indica.

Pero en las recomendaciones básicas que menciona omite la del uso del cubrebocas. Para él, contrario a la opinión generalizada de expertos en todo el mundo, esa recomendación no es básica. Todos los que usamos tapabocas debemos ser unos idiotas que nos encanta sentir el vaho de nuestra propia respiración.

Si en asuntos que tienen que ver con el orden y la salud pública, con la protección de la vida propia y la de los demás, ser libre significa que cada quien decide lo que debe o no hacer, si en este país está prohibido prohibir, ¿podríamos entonces hacer caso omiso de todas las prohibiciones que las leyes y reglamentos señalan, siempre que, a nuestro juicio, lo hagamos responsablemente? ¿Podríamos, por ejemplo, pasarnos la luz roja de un semáforo siempre que lo hagamos responsablemente, es decir, con el cuidado necesario para no chocar?

Es obvio que en muchos casos, y particularmente los que tienen que ver con la salud y la seguridad, es necesario prohibir expresamente ciertas conductas y obligar otras. Es obvia también la necesidad de recomendar a la población sanas prácticas, como lavarse las manos para evitar enfermedades, no dejar agua estancada para evitar el criadero de moscos portadores de dengue, chikungunya o zika, y para reducir el número de contagios y muertes asociadas al Covid-19 es fundamental que el gobierno recomiende, sin ambages, el uso de tapabocas. Con más de 2 millones de contagios, y más de 177 mil muertos, me parece criminal la necedad y el mal ejemplo del Presidente.

No entiendo por qué los reporteros no le hacen la pregunta básica: ¿recomienda usted el uso del cubrebocas, sí o no? Si la respuesta es no. ¿por qué? Y si la respuesta es sí, ¿por qué no lo menciona nunca y predica con el ejemplo usándolo?

Además, la aseveración de que ahora él no contagia no es del todo cierta.

Esta es la respuesta que el área médica del Massachusetts Institute of Technology (MIT Medical) dio cuando le preguntaron si una persona que se ha recuperado de Covid-19 puede contagiar esta enfermedad a otros (traduzco):

"Si bien la mayoría de las personas que se recuperan de Covid-19 tienen cierto nivel de inmunidad por cierto periodo, no se sabe qué tan inmunes son y cuánto tiempo dura la inmunidad. La mala noticia es que la reinfección es posible. Muchas personas recuperadas pueden permanecer asintomáticas, no hacerse pruebas y ser altamente capaces de transmitir el virus a otros.

"Según un estudio de salud pública en Inglaterra, el haberse infectado del SARS-CoV-2, provee 83 por ciento de protección contra la reinfección, pero no impide que las personas transmitan Covid-19", indica.

Si nuestro flamante, acertado y eficaz subsecretario de Salud, López-Gatell, sabe más, o tiene "otros datos", debería informarlo y educar a la comunidad científica, para que así el mundo entero nos quitemos la monserga del tapabocas, y nuestro Presidente (y él mismo) no aparezca como tonto.

Los pseudoliberales, como el Presidente y todos los "yes men" a su alrededor, deben saber que una sociedad en la que la aplicación de las leyes y las sanas prácticas es discrecional o selectiva, en la que se prohíbe o dispensa a conveniencia del gobernante en turno, no puede protegerse a sí misma para su supervivencia y progreso, y termina degenerándose hacia el despotismo, que no es otra cosa que la ley del más fuerte y más violento, sobre los más débiles y pacíficos.

"El abuso de la ignorancia ajena
debe ser castigado por la ley".

Yo