Lástima, México
La pasada jornada electoral fue exitosa por muchos motivos: por la copiosa participación ciudadana, por los más de un millón y medio de ciudadanos que fungieron como funcionarios de casilla, y sobre todo por la impecable organización y eficiencia del INE, que logró instalar sin problemas el 99.73 por ciento de las 162 mil 570 casillas previstas para todo el país y emitió los resultados tal y como se esperaban.
Lo que fue una lástima es que el Presidente, en lugar de centrar sus comentarios en lo anterior, y ofrecer colaborar en armonía con quienes hayan resultado ganadores en estos comicios, sean del partido que fueren, haya reducido todo a una divisoria e insultante expresión: "lástima, fifí", en un claro desprecio y burla a los millones de mexicanos que decidieron votar por partidos distintos al suyo.
¿Acaso son fifís despreciables los millones de personas que han perdido su empleo, los millones de micro y pequeños empresarios cuyos negocios quebraron, las mujeres violentadas, las víctimas del crimen organizado, etcétera, y todos los descontentos con su gestión?
Me quedé atónito cuando oí el "lástima, fifí". Lo que pensé más bien fue: Lástima, México, por tener un Presidente así. Lástima, México, que no has podido tener gobiernos honestos y capaces. Lástima, México, que estás en manos de delincuentes y criminales. Lástima, México, te mereces más.
Cada día que pasa, con cada discurso y cada dislate, con cada nuevo apodo, insulto y burla que el Presidente profiere a quienes llama adversarios, pero considera enemigos, me convenzo más de que no le interesa que los más pobres mejoren su situación, y de que los ve solo como una masa electoral manipulable y comprable con migajas.
La mejor demostración de ello está en el desafortunado mensaje que dio al día siguiente de la elección, el cual revela la nula importancia que les da a las aspiraciones de mejora en la calidad de vida del "pueblo", como gusta llamarle a los pobres.
Así dijo: "El que tiene mentalidad conservadora, aspiracionista (...), se vuelve egoísta, se vuelve clasista, incluso si viene de abajo, se convierte en ladino, en racista...".
Esta retorcida idea anula toda posibilidad para salir de la pobreza bajo su liderazgo, y no solo eso, además el simple hecho de aspirar a una vida mejor, y no se diga, lograr prosperar, nos vuelve personas deleznables.
Para él, la única manera de ser parte del pueblo bueno y sabio es siendo pobre y permaneciendo pobre.
Lo anterior, por supuesto, aplica a todos menos a los empresarios y políticos que le son leales, y a su familia directa, a pesar de que todos ellos vivan en la opulencia disfrutando riquezas de oscuro origen.
Ahora bien, en cuanto a los resultados obtenidos por Morena y sus aliados en estas elecciones, es indiscutible que su partido y su proyecto político perdió fuerza y particularmente en su bastión, la Ciudad de México. Estos son los datos:
En las elecciones del 2018, Morena y partidos coaligados obtuvieron 30.11 millones de votos. En estas elecciones solo obtuvieron 16.1 millones (51 por ciento menos). Antes tenían 253 diputados federales, y ahora tendrán solo 196; en la CDMX tenían 12 alcaldías, ahora tendrán solo 7. Si esto no es perder, entonces no sé qué lo es.
Tal vez lo que quiso decir el Presidente cuando dijo estar "feliz, feliz, feliz" por los resultados obtenidos, es que los esperaba peores.
Y si bien no le fue tan mal como pudo haberle ido, es inaceptable que con un despectivo chistorete como el de "lástima, fifís" (lástima, Margarito, pero al revés), se burle de los triunfos democráticos y del avance de la oposición. Igual hizo Hugo Chávez cuando perdió una elección en las urnas y se refirió a esa victoria como una "victoria de mierda".
Denostar, denigrar y vilipendiar habla de todo menos del humanismo que el Presidente pregona y dice practicar.
Creo que fingir estar "feliz, feliz, feliz" luego de haber sufrido un revés (tal como lo mostró un atinado cartón hace unos días) es una actitud similar a la que los niños de antaño adoptaban luego de haber recibido -el método educativo por excelencia de esa época-, una nalgada, retando a su madre a que les diera otra diciéndole: no me dolió. Lástima, señor Presidente, pero esta vez creo que sí le dolió.
"La real tragedia de los pobres
es la pobreza de sus aspiraciones".
Adam Smith