Miedo al gobierno


Se dice que cuando el gobierno le tiene miedo al pueblo hay libertad. Pero cuando el pueblo le tiene miedo al gobierno, lo que hay es tiranía.

Dicho lo anterior, preguntémonos: ¿En México hay libertad o hay tiranía? ¿Quién le tiene miedo a quién: el gobierno a los ciudadanos o los ciudadanos al gobierno?

La respuesta desgraciadamente es la segunda: los ciudadanos le tenemos miedo al gobierno. Tenemos miedo de denunciar, de quejarnos de una dependencia o de un funcionario público que no cumple su labor o abusa de nosotros. Tenemos miedo a exigir nuestros derechos por las represalias, venganzas y extorsiones que van detrás de nuestras exigencias, y porque en lugar de que una queja o una denuncia haga que la dependencia o el funcionario a cargo se preocupe, corrija sus acciones y el problema se solucione, el asunto se nos revierte de forma tan onerosa, y en algunos casos tan peligrosa, que mejor doblamos las manos. La mayoría de los funcionarios públicos no saben manejar el poder que tienen. Para ellos tener poder significa "tener el sartén por el mango".

Las posiciones están invertidas. En lugar de que el gobierno nos sirva, nosotros le servimos al gobierno. En lugar de que los ciudadanos mandemos a los funcionarios públicos, éstos nos mandan a nosotros, y además nos tratan como presuntos delincuentes.

Ni siquiera nos dan el beneficio de la duda a la hora de tratar algún asunto. Con ellos aplica el dicho de que "el león cree que todos son de su condición": si vendemos algo suponen que estamos "lavando dinero"; si denunciamos un robo sospechan de nosotros; si nos piden documentación y comprobantes, los presumen falsos; si tenemos un accidente de tránsito, nos tratan como homicidas...

Le tenemos miedo a cualquier cosa que tenga que ver con el gobierno. Y ese miedo es utilizado igual para recaudar impuestos, para acallar críticos u opositores, para desahogar resentimientos y complejos, que para lucrar con el infortunio o las necesidades de los ciudadanos.

Es notoria la cantidad de funcionarios públicos que cuando se ven con poder, en lugar de ejercerlo con nobleza, lo utilizan para golpear, para conseguir beneficios personales u objetivos mezquinos, amedrentando y haciéndole la vida imposible a todo aquél que consideren un obstáculo o una amenaza a sus intereses o una oportunidad para extorsionarlo.

Y pareciera que los mexicanos sólo entendemos a golpes. Acatamos las leyes y reglas de conducta por miedo a las consecuencias y no por la convicción de que es lo mejor para todos. Si en las religiones el miedo se infunde a través del pecado, en la política se infunde a través del delito.

Pero a diferencia de las religiones en las que por un lado hay castigos (infierno) y por otro hay premios e incentivos a los bien portados (cielo), en el caso de la política solo hay castigos (multas o cárcel). Nunca hay premios. No se premia a quienes respetan leyes o pagan impuestos cabalmente. Al contrario, los premios, los beneficios, los descuentos y las condonaciones terminan siendo siempre para los incumplidos y para los propios políticos y allegados que se perdonan deudas y se recompensan entre sí.

Quien haya intentado defenderse de una autoridad sabe bien que es un asunto cuesta arriba, y más en esta administración, en la que el empresariado y las clases medias somos por definición corruptos con recursos mal habidos. A la hora de reclamar nuestros derechos, siempre falta un papel, y a éste una coma. En asuntos fiscales, los errores no son errores, son intentos dolosos de evasión fiscal, en los que el tiempo juega en nuestra contra debido a la acumulación de penas y recargos que llegan a convertir adeudos menores en cantidades exorbitantes, y en caldo de cultivo para la extorsión.

Para contrarrestar el miedo que la inseguridad y la incertidumbre jurídica provocan a la sociedad, supuestamente está la separación de poderes, y las procuradurías e instituciones ciudadanas. Sin embargo, éstas cada vez están más debilitadas o cooptadas.

Los tratos con el gobierno son una pesadilla de terror en la que la amenaza proviene precisamente de quien nos cuida. Ya no se sabe a quién recurrir, pues buena parte de los funcionarios saben perfectamente que siempre saldrá más barato pagar para librarnos de una injusticia, que intentar demostrarla.

"Impunidad selectiva es crimen
organizado".

Yo