Humanismo enchilado
Durante su Cuarto Informe, el Presidente anunció que llamará a su "modelo de Gobierno" (si así se le puede llamar a una serie de ocurrencias e improvisaciones) "humanismo mexicano". Este "rebranding" de la 4T es uno más de sus intentos para pasar a la historia como un prócer mexicano, sin darse cuenta de que no es lo que quiere o siente ser. Pasar a la historia es una consecuencia, no una meta.
Pasará al lado bueno de la historia el líder que logre sacar permanentemente de la pobreza a millones de mexicanos, demostrado con datos duros, no con "otros datos", o con mediciones subjetivas como la felicidad; quien logre pacificar un país, terminar una guerra, llevar a una sociedad del rezago educativo a la vanguardia del conocimiento... Pero lo que cuenta para ello, lo que el mundo valora y reconoce, son los resultados, no las intenciones.
Ponerles nombres grandiosos, disruptivos o rimbombantes a las ideas, a los proyectos, o a los sueños -nombres como "Cuarta Transformación", "revolución de las conciencias" o "humanismo mexicano"- no los hace grandiosos ni relevantes, si acaso los hace algo, es aspiracionistas. Cuando los sueños no van seguidos de hechos encaminados a su realización, terminan siendo sólo fantasías, utopías, "sueños guajiros", y los soñadores pasan no a la historia, sino al mundo de los ilusos o de los populistas.
Llamar al modo de gobernar del presidente López Obrador "humanismo mexicano", además de pretencioso, es un absurdo conceptual y lingüístico. Para empezar, el término no es nuevo, por lo que no se le puede adjudicar al Presidente su acuñación.
En un artículo de la Revista de la Universidad de México (UNAM) publicado en abril de 1956 (vol. X, núm. 8), titulado "Los orígenes del humanismo mexicano", su autor, Rafael Moreno, se preguntaba: ¿Existe un humanismo mexicano? Y para explicar que la respuesta es "no", decía: "No hay un principio o una norma de sabiduría que deba considerarse patrimonio de un solo pueblo y menos de un solo individuo (...). Las verdades aparecen revestidas con el ropaje de las naciones o de los sujetos que las pensaron, pues cuando se liberan de la sujeción del tiempo y el espacio se convierten en herencia de todos los hombres".
Los conceptos son el modo de percibir, entender y simbolizar la realidad, el mundo. El humanismo como concepto es uno solo, universal, absoluto, total. Existe como mera significación, sin aplicación a un ente o individuo concreto, o como lo definió Moreno: "Un arquetipo ideal y absoluto, término de las aspiraciones humanas".
Y en lo "humano" entramos por todos los seres humanos de todas las naciones, de todos los pueblos, de todos los colores, de todas las condiciones, creencias y preferencias. Por ello, en el momento en que un concepto universal y absoluto se ata a algo concreto, como un individuo o un país, o se le agrega un adjetivo o una característica particular, deja de ser lo que era.
El humanismo con el adjetivo "mexicano" no es humanismo como tal. Sería, en todo caso, una parte menor de la razón humana, de la moralidad altruista o de la justicia distributiva. Una visión parcial del mundo. El humanismo es universal o no es. Hay humanismo, lo que no hay es humanismo mexicano ni humanismo conservador ni liberal ni viejo ni moderno.
La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, intentó explicar el "humanismo mexicano" planteado por el Presidente diciendo que "cuando se destinan recursos públicos que se pagan con los impuestos de todos los mexicanos, para regresárselos de manera directa a quien más lo necesita, en realidad es un sentimiento muy profundo de fraternidad y de solidaridad".
Más que explicar, lo que hizo fue confundir, distorsionar, reducir y comparar la universalidad del humanismo, con simples, obligados y, en este caso, clientelares programas sociales de gobierno.
El humanismo mexicano (entendido "a la Sheinbaum" o "a la AMLO") es fraterno y solidario sólo con los pobres. Los humanos más prósperos son despreciados y sus penas y angustias les son indiferentes. Se trata más bien de un humanismo enchilado, tanto por el simbolismo mexicano del chile, como por lo que significa estar enchilado, en referencia al resentimiento que el Presidente tiene en contra de todos los seres humanos que no lo apoyan y por lo tanto no merecen las bondades de su humanismo.
"Cree tener la verdad quien
ha detenido la búsqueda".
Yo