Presupuesto de agüeros
Lo que toda empresa o familia sensata hacen cuando la situación económica se pone difícil es poner en marcha un plan para reducir gastos y ajustarlos al nivel de ingresos que se tienen o se pronostican. No hay de otra.
Negar la realidad, maquillar números y seguir gastando como si no pasara nada lo único que logra es aumentar las pérdidas y acelerar las quiebras. Admitir una situación adversa a tiempo es mucho más barato que sostener falsas esperanzas, y eso no significa ser pesimista, sino realista.
Para que el optimismo no se convierta en ilusionismo, los presupuestos y proyecciones económicas que hacemos deben sustentarse, ya sea en datos y estadísticas con cierto grado de confiabilidad y racionalidad, o en nuevas ideas y acciones diferentes que al menos nos alejen de la definición de locura de Einstein: "locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes".
Esta misma lógica es la que debieran tener los presupuestos y pronósticos de crecimiento de un país. Sin embargo no es así, y menos en la actual administración. ¿Qué hace el Presidente cuando los datos duros dicen que vamos mal, y los pronósticos de ingresos para el año siguiente no son los que quisiera? ¿Acepta acaso la realidad y actúa con la sensatez y prudencia que cualquiera de nosotros tendría, o continúa haciendo lo mismo esperando resultados diferentes?
Hoy el gobierno federal, en lugar de reconocer y aceptar la realidad, responde a ella con pronósticos de tal ligereza que, más que presupuestos técnicamente sustentados, son agüeros y medias verdades convenientemente acomodadas, para pintar un horizonte halagüeño.
Así es el Presupuesto para 2023 que el secretario de Hacienda (el de la O) presentó para su incuestionable aprobación, en el que sus buenos augurios suponen un crecimiento económico del país para el año próximo del 3%, y que es más del doble del promedio de lo que los especialistas estiman. El propio Banco de México pronostica un crecimiento del 1.6%; el IMEF, 1.4%; el FMI 1.2%; Citibanamex 1.2% y, sorprendentemente, el Bank of America prevé un crecimiento de 0.0% (sí, cero por ciento), debido a la desaceleración de Estados Unidos y a la incertidumbre que genera la actual administración.
La aprobación del Presupuesto para el 2023 con la sobreestimación de ingresos que tiene y que ningún especialista avala, será la anuencia para continuar con el despilfarro.
Como si el dinero creciera en árboles, el mago del palacio pronunciará las palabras mágicas y mantras de todas las mañanas: "vamos bien", "soy optimista", "¿cuál recesión?", etcétera, y ¡zas!, creceremos al 3%; ¡zas!, la inflación se reducirá, la pobreza disminuirá, los delincuentes desaparecerán y las medicinas aparecerán; ¡zas!, las utilidades de las empresas e impuestos que en consecuencia pagan aumentarán.
De esta manera, sin más fundamento que su optimismo, el gobierno tendrá el dinero suficiente para continuar por la senda del crecimiento mágico que la 4T nos depara. Ah... y todo, sin endeudar al país.
La realidad no es la que deseamos, sino la que es, y está conformada en su mayor parte por el resultado de nuestros actos y decisiones, y en otra menor, por acontecimientos externos fuera de nuestro control, o sea, por los azares de la vida. Lo mismo es en el caso de un país: su realidad tiene que ver con sucesos globales (pandemias, crisis internacionales, guerras, etc.), pero sobre todo con los resultados de las decisiones y políticas públicas establecidas que, gústenle o no al Presidente, han sido malos en todos los rubros, además de que han deteriorado la confianza en el rumbo y futuro del país.
Luego de la aprobación del optimista y sobreestimado "presupuesto de agüeros" para el 2023, la realidad económica tocará la puerta y el gobierno tendrá entonces tres opciones: reducir el gasto, aumentar impuestos o aumentar la deuda.
Como aumentar impuestos es impopular, lo que seguramente ocurrirá es que por un lado se reducirá el gasto público en los rubros de menor rentabilidad política, y por otro, se aumentará la deuda lo necesario para mantener los programas sociales y terminar los proyectos insignia a los que -como alguna vez se dijo en relación a los presupuestos de los partidos- "no se les toca ni con el pétalo de un recorte".
"Gobierno coludo,
ciudadanos rabones".
Yo