Educultura
La repentina y lamentable muerte de Raúl Padilla ha sacado nuevamente a la luz, esta vez sin regateos, los valiosos emprendimientos culturales y artísticos que bajo su liderazgo pusieron a Guadalajara, a Jalisco y a México en el mapa cultural del mundo.
No sobra recordar que fue el creador de dos de las instituciones culturales más importantes de Jalisco: el Festival Internacional de Cine en Guadalajara y la Feria Internacional del Libro, la más grande del mundo de habla hispana; además de haber sido el promotor del Centro Cultural Universitario, en donde se encuentran el Auditorio Telmex, la Biblioteca Pública del Estado, el Conjunto Santander de Artes Escénicas, y el extraordinario Museo de Ciencias Ambientales, al cual espero se le asignen los recursos necesarios para la fase final de su construcción.
Muchos han criticado estas obras con el -en mi opinión- equivocado argumento de que los recursos que se asignan a una Universidad deben ser sólo para la educación, entendiendo de manera limitada, que la educación se reduce básicamente a aulas y maestros que imparten conocimientos, excluyendo de la formación universitaria y su continuidad, vivencias y expresiones culturales y artísticas de la sociedad.
Raúl Padilla entendía a la perfección estos alcances. Sabía que el reto de la educación superior es crear ciudadanos del mundo, capaces de percibir tanto el legado propio como el universal, sobre todo en tiempos tan materialistas como los actuales, en los que los valores intangibles son despreciados y la capacidad de asombro poco a poco va desapareciendo.
La educación sin cultura no es suficiente para el avance integral y armónico de la sociedad, que mientras más culta sea, más justa será la vida en ella. Es por esto, que el campo de acción de las universidades no debe limitarse a la mera impartición de conocimientos.
La educación y la cultura deben verse como un binomio inseparable. Juntas tienen la capacidad de producir bienestar duradero; separadas, son fuente de arrogancia y riquezas efímeras, de violencia y egoísmo.
En México, por vicios estructurales y presupuestales, la educación y la cultura viven en mundos distintos. La primera está en manos de las escuelas y universidades, y la segunda en manos del gobierno en turno, y sus enormes huecos llenados por la sociedad.
Esto debe cambiar. Las escuelas y universidades deben convertirse en instituciones de "Educultura" pública o privada, de manera que el desarrollo social vaya a la par del desarrollo académico y profesional.
Esto es precisamente lo que los emprendimientos de la Universidad de Guadalajara, bajo el liderazgo de Raúl Padilla, han hecho, y espero continúen haciendo: "educulturizar" a la sociedad, en este caso, a la tapatía.
En el mundo desarrollado, las universidades de más prestigio son las que además de transmitir conocimientos a su alumnado, proveen y nutren a sus ciudades y países de cultura y pensamiento crítico. Son los ambientes propicios para el debate de ideas, para la proliferación del arte y la generación de nuevas corrientes estéticas y de pensamiento.
Los que no entienden esto, no pueden sino calificar la construcción de un Centro Cultural Universitario, con teatros y museos, como un desvío de recursos públicos, o una distracción a los fines tradicionales de una institución de educación superior. Nada más equivocado. Más bien diría que no hacerlo sería bajar la altura de miras y desperdiciar el potencial creativo de las nuevas generaciones.
Repito lo que hace algún tiempo dije al respecto: a los ciudadanos no nos importa de qué partida presupuestal salgan los recursos para la construcción de teatros y museos, o para la organización de eventos culturales de clase mundial.
Nos da igual si salen del gobierno federal, estatal o municipal, o de una universidad pública, lo que nos importa es que las instalaciones existan y funcionen perfectamente, tal y como ha sido el caso de cada uno de los componentes del Centro Cultural Universitario, y de las instituciones creadas por Raúl Padilla, de quien sólo puedo decir que en la pequeña parte de vida que le conocí, vi en él a una persona inteligente, sensible al talento y en búsqueda permanente de la excelencia.
Espero que la Universidad de Guadalajara y las instituciones que fundó continúen y engrandezcan su legado. La vara quedó alta.
"Lo importante no es saber, sino qué hacer con lo que sabemos".
Yo