Bomba de tiempo

Si algo bueno ha hecho López Obrador en su carrera política es el programa social de la Pensión para Adultos Mayores (PAM), que inició cuando fue jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, que luego fue ampliado por Vicente Fox (por ello se adjudica su autoría) y continuó con Calderón y Peña Nieto hasta convertirse en lo que es hoy: una pensión universal no contributiva para personas adultas mayores, elevada a rango constitucional, lo que significa que el Estado mexicano tiene la obligación de cumplir y hacer cumplir la entrega de estos apoyos económicos sin importar el gobernante en turno.

Para los que no lo sepan, el que una pensión sea "universal" quiere decir que el apoyo es para todos -en este caso los adultos mayores- sin importar su condición social o económica o que no hayan "cotizado" (contribuido) al IMSS o al ISSSTE durante su vida laboral.

En otras palabras, cualquier mexicano mayor de 65 años, por el solo hecho de "respirar" a esa edad tiene derecho a recibir la pensión.

Debido a los claros beneficios que produce a los adultos mayores, y el alivio económico que significa para los familiares que los cuidan, el apoyo a este programa es prácticamente unánime.

Los únicos cuestionamientos que se le han hecho tienen que ver, como siempre, con la transparencia del manejo de miles de millones de pesos, con las mecánicas de implementación y, de manera muy importante, con su sustentabilidad en el tiempo, pues al ser una pensión "no contributiva" carece de fuentes de financiamiento, además de que los montos requeridos crecen anualmente debido al aumento de la población adulta mayor.

La sostenibilidad del sistema de pensiones depende de ajustes a los parámetros establecidos, principalmente aumentar las edades de retiro, y en el caso de la PAM revisar además su "universalidad", para que este apoyo no se otorgue a quienes realmente no lo necesitan.

De acuerdo con varios analistas, de no hacer estos ajustes, especialmente a las pensiones y programas sociales no contributivos que dependen exclusivamente del fondeo del gobierno, el sistema de pensiones mexicano es una "bomba de tiempo".

Sin embargo parece que al gobierno de la 4T no le preocupa ni la sustentabilidad de los programas sociales, ni la viabilidad financiera de sus emprendimientos.

Al Presidente y a su camarilla de diputados, senadores y achichincles, sólo les importan los beneficios políticos y económicos que pueden obtener con sus proyectos y con todos los recursos públicos a su alcance.

Ven y administran el dinero de todos como si fuera un barril sin fondo. Creen que de manera ilimitada y permanente continuarán entrando recursos en cantidad suficiente para mantener todos los programas sociales, pensiones y obras insignia que se les ocurren, y para cubrir las pérdidas de las ineficientes empresas del Estado como Pemex y CFE, más las de sus nuevos aeropuertos, trenes, aerolíneas, etcétera.

Mientras haya, el dinero se gasta con lógicas que responden a intereses político-electorales y no de crecimiento y sustentabilidad. Cuando comience a faltar, como tarde o temprano sucederá, reducirán aún más los gastos en rubros de poca visibilidad y rentabilidad política, como lo es la educación, la salud, la infraestructura, etcétera.

Y cuando llegue a faltar mucho (y como recular nunca es opción), no habrá más remedio que aumentar deuda, impuestos y expropiar o tomar "temporalmente" todo lo que produzca dinero o sirva para mantener el poder, entrando así en la senda que los países admirados por el Presidente han seguido y que lleva a un solo destino: la ruina.

Mientras las cosas se arreglan -y espero así sea pronto- todos los que hoy se benefician de los programas sociales y pensiones no deben temer que desaparezcan si votan por un partido distinto a Morena. Si acaso algo se hace con ellas, es lo que cualquier gobierno responsable debería hacer: revisar sus parámetros para hacerlas sostenibles, afinar y transparentar su implementación.

Lo que deben hacer es lo que el propio López Obrador propuso durante su campaña en 2018, cuando otros partidos ofrecían regalos en sus mítines: "Tomen todo lo que les ofrezcan y a la hora de votar (empuñando la mano con el pulgar colocado entre el dedo índice y el anular) les dicen: ¡Tomen su voto!".

"La honestidad se prueba al gastar
el dinero de otros".

Yo