Pensamiento crítico
El llamado "pensamiento crítico" se ha convertido más en un argumento de venta, en un eslogan comercial para "elevar" la opinión pública respecto del nivel académico o intelectual de todo tipo de personas, escuelas y universidades que se autonombran vanguardistas de la educación; que en una auténtica y sistemática forma de pensar, de enseñar, de ver y analizar el mundo.
En prácticamente todos los panfletos de seminarios y conferencias de desarrollo personal, y en los cursis textos que hablan de la "misión-visión" de múltiples instituciones educativas, y hasta de jardines de niños, leemos cosas como: "Nuestra misión es desarrollar el pensamiento crítico y la capacidad para resolver problemas".
Dado que la vida está llena de problemas que obviamente queremos resolver de la mejor manera posible, este objetivo educacional es inobjetable, sobre todo en un mundo cada vez más arbitrario, prejuiciado, distorsionado y repleto de información falsa.
Pero ¿qué es en realidad o en qué consiste el pensamiento crítico?
Hay muchas definiciones y teorías que tratan de explicarlo. Si bien la más común es la que lo define como "la capacidad de analizar y evaluar la consistencia de los razonamientos", para mí la definición más precisa y que señala todos los alcances y actitudes involucradas en este modo de ser y de pensar es la del filósofo, político y escritor inglés Francis Bacon, del año 1605: "El pensamiento crítico es tener el deseo de buscar, la paciencia para dudar, la afición de meditar, la lentitud para afirmar, la disposición para considerar, el cuidado para poner en orden y el odio por todo tipo de impostura".
Pienso que estas actitudes de búsqueda, paciencia, duda, meditación, consideración, orden, repudio a lo inexacto y a las patrañas (imposturas)... van rumbo a la extinción y debemos recuperarlas, no solo para nuestro propio beneficio, sino para que el mundo no quede en manos de embusteros, o demos por verdadera toda la (des)información que circula en las redes sociales, los argumentos y opiniones superficiales y la andanada de falacias y sofismas que manipulan la opinión pública.
En el portal de internet del grupo español Iberdrola (sí, esa empresa de energía tan denostada por la 4T) hay una sección dedicada al liderazgo, rendimiento y formación de su personal, que habla del valor del pensamiento crítico en la sociedad actual, y lo explica con conceptos que considero deberíamos todos tener presentes antes de aceptar o proponer cualquier cosa: "El sentido crítico nos ayuda a discernir entre argumentos mediocres y brillantes, a distinguir la información de valor de la prescindible, a desmontar prejuicios, a hallar conclusiones bien fundamentadas, a generar alternativas, a mejorar la comunicación y, en definitiva, a ser dueños de nuestro pensamiento y actuar en consecuencia".
Para adquirir pensamiento crítico hay tres actitudes básicas que debemos desarrollar, y que idealmente se deberían enseñar desde la etapa escolar (modelo Pinion): la primera, analizar la información en pequeñas dosis, dando importancia a los detalles y la búsqueda de los matices; la segunda, practicar la curiosidad y el escepticismo, haciendo preguntas y contrastando la información con otras fuentes, y la tercera, cuestionar todo lo que nos dicen.
Y si queremos saber qué tan críticos pensadores somos, podemos revisar cuántos puntos de la siguiente escala de medición cumplimos: 1. Búsqueda de la verdad. 2. Tolerancia. 3. Disposición a ser analítico. 4. Disposición al trabajo sistemático. 5. Confianza en sí mismo como pensador crítico. 6. Curiosidad intelectual, y 7. Madurez.
Lo importante al final es que, con método o sin método alguno, lo que sea que pensemos, creamos, enseñemos o difundamos esté basado en razones, en datos, pruebas o relaciones de causa-efecto que apoyen nuestras conclusiones, y no en rumores, suposiciones, pensamientos mágicos, supersticiones o creencias populares carentes de fundamentación empírica robusta.
El pensamiento crítico no es ni sirve para alcanzar verdades absolutas, sino para someter nuestras convicciones y las de otras personas a discusiones serias e inteligentes que aumenten nuestras probabilidades de éxito o reduzcan nuestros márgenes de error.
"Sirve más pensar lo que leemos,
que leer lo que pensamos".
Yo