Superpoder

La presidenta Claudia Sheinbaum se ha negado a acatar la resolución que ordena retirar la publicación de la reforma judicial del Diario Oficial de la Federación (DOF) porque, según ella -actuando como juez, cuando en realidad es parte-, esa orden judicial "no tiene fundamento legal".

La Presidenta basa su opinión en un artículo de la Ley de Amparo, que dice que el juicio de amparo es improcedente contra adiciones o reformas a la Constitución. Con esa lectura simplista y sin más consideraciones, decide que la orden no procede y se autoabsuelve de estar en desacato.

Pero ni a ella ni a los diputados y senadores les corresponde decidir si una reforma constitucional puede o no ser impugnada.

Una explicación legal de este asunto la planteó de manera muy clara el magistrado Juan José Olvera López:
 
"El artículo 61 de la Ley de Amparo dice que el amparo no procede contra reformas constitucionales, y sí, eso dice el artículo 61", dice Olvera, pero señala que "deben considerarse dos cosas: Primero, que ese artículo es un artículo secundario, legal, mas no constitucional, y segundo, que es un artículo producto de la reforma de la Ley de Amparo de 2013, y esto tiene entre otras implicaciones que todavía no hay jurisprudencia que establezca que sea una regla insuperable".

Indicó otro asunto, para mí el más importante: que en algunos de los amparos contra la reforma se está planteando precisamente la inconstitucionalidad de ese artículo 61.

Al final, la opinión de la Presidenta, como la de todos, es solo eso, una opinión. La última palabra la tendrán los tribunales, y espero, por la salud democrática y del Estado de Derecho en México, que si al final los tribunales del vapuleado Poder Judicial resuelven que la reforma debe anularse o modificarse de alguna manera, los demás Poderes acaten su resolución. Por lo pronto, la Presidenta no solo está en desacato, sino que deja ver algo más preocupante aún: que se atreve a mandar al diablo al Poder Judicial.

No se necesita ser abogado constitucionalista para entender que el Poder Legislativo no es un Poder supremo a cuyos designios debamos someternos todos sin chistar.

Para darnos cuenta de que las reformas constitucionales sí pueden ser impugnadas basta analizar unos hipotéticos ejemplos. Imaginemos que a la mayoría calificada del Poder Legislativo (mayoría que hoy, además es artificial) se le ocurre modificar la Constitución para limitar o eliminar derechos hasta hoy garantizados en ella, como el de la libertad de expresión, el de la propiedad privada, el de la libertad de creencia... o cualquier otro disparate. Si estas modificaciones no se pudieran impugnar, si los ciudadanos no podemos apelar a ningún tribunal, o reclamar derecho alguno, la Constitución del país sería un papel sin valor, un juguete sujeto al capricho de un Poder, de un partido o de un Presidente.

Ahora que con artimañas y contubernios la 4T se hizo de la mayoría calificada, lo que quieren es hacer del Poder Legislativo un superpoder por encima de los demás Poderes y de la misma Constitución, con un solo objetivo: mantenerse impunemente en el poder. La reforma judicial, la desaparición del INAI y de los organismos autónomos, son solo las primeras muestras.

Y todo con un disfraz democrático. Pero no porque realmente sean demócratas, sino porque la democracia, aunque sea falsa, dota a los gobiernos de una aparente legitimidad.

Así lo describe Kenneth Roth en un artículo de Human Rights Watch: "Hoy en el mundo la democracia es tan aclamada y a la vez tan vulnerada, tan promovida y a la vez tan incumplida, tan importante y a la vez tan decepcionante. Hasta los dictadores manifiestos aspiran al estatus que confiere el sello de la democracia (...). La triste nueva realidad es lo fácil que es para los autócratas de hoy montarse en una fachada democrática sin temor a las consecuencias".

Me entristece y preocupa decirlo, pero por más que el oficialismo hable de democracia y de que el pueblo manda, los hechos dicen otra cosa.

En tiempos del "izquierdista" Echeverría contaban que, cuando su chofer llegó a la bifurcación de un camino le preguntó si se iba a la izquierda o a la derecha, y el Presidente le dijo: "Pon la luz direccional a la izquierda y dale a la derecha".

Hoy con la 4T, las indicaciones son al revés: ponen las direccionales a la derecha y le dan a la izquierda.

"Mayoría no es sinónimo de sabiduría".

Yo