Toma de obligaciones
En su discurso de toma de posesión, Claudia Sheinbaum dijo lo que tenía que decir, a sus seguidores, a sus detractores, a los mercados y al mundo democrático. Desarmó, al menos temporalmente, los augurios catastróficos que se visualizan detrás de la reforma judicial y de la retórica populista y demagoga de la administración saliente.
En poco tiempo sabremos si sus palabras estarán respaldadas con hechos, o fueron igual de huecas que las de AMLO al inicio de su gestión. Por lo pronto, lo único que podemos hacer es darle a la nueva Presidenta el beneficio de la duda.
Los gobernantes en turno deben entender y aceptar varias cosas: que los triunfos electorales no son cheques en blanco expedidos por los ciudadanos a su favor; que aunque representen o formen parte de una mayoría, las minorías que no les dieron su voto (hoy nada menos que el 45%) también tienen derechos y una voz que debe ser seria y respetuosamente escuchada; que no pueden llamarse demócratas si ven a la oposición y a la separación de Poderes como obstáculos y no como necesarios y saludables medios de contención; que tienen la obligación de gobernar para el bien de todos, de respetar la Constitución, las leyes y reglas democráticas, y de honrar su palabra.
Por esos deberes y obligaciones es que creo que debiera cambiarse el nombre con el que nos referimos al acto en el que una persona recibe formalmente un cargo público, especialmente el de Presidente o Presidenta de la República.
No creo que las palabras utilizadas para referirse a las "tomas de posesión" o "tomas de protesta" abonen al cabal entendimiento de la responsabilidad y obligaciones que se adquieren al asumir un cargo público.
Su acepción conduce a comprensiones erróneas del poder, de la rendición de cuentas y de las responsabilidades, deberes y obligaciones de los funcionarios públicos.
Si bien en una "toma de protesta" el término "protestar" se refiere a una "promesa solemne para ejecutar algo", su significado común es el de quejas, reproches, condenas, demandas, descontentos o abucheos. Y si en una "toma de posesión", la palabra "posesión" se refiere a la "ocupación de un cargo", el término se asocia más a nociones de propiedad, pertenencia, poder, dominio, utilización..., conceptos que omiten una realidad no siempre aceptada por los servidores públicos: que en última instancia son subordinados de los ciudadanos, empleados del pueblo y no sus superiores.
En la semántica léxica común, una "toma de protesta" se entiende más como el momento en el que se oficializan las quejas y reclamos de una persona o de sus representados, y una "toma de posesión", como el momento en el que alguien toma el país para sí, para hacer con él lo que le venga en gana.
Para que la recepción formal de un cargo público se entienda correctamente, tanto por parte de quien lo asume como de quienes lo otorgamos, los actos o ceremonias donde esto ocurre, debieran llamarse de otra manera. Lo digo porque los cargos públicos no son para "tomar" sino para servir, no son para "protestar" sino para solucionar, y mucho menos son para a "poseer" sino para velar por las posesiones de todos.
En lugar de llamárseles "toma de protesta" o "toma de posesión", deberían llamarse, por ejemplo: "toma de obligaciones" o "dación de garantías", de manera que se refieran más a sus obligaciones que a sus derechos, más a la idea de servicio que de mando y más a los impedimentos y límites del poder que a sus facultades.
La "toma de obligaciones" o "dación de garantías" debiera ser el acto de responsabilidad por antonomasia de una persona, el juramento supremo, no en el sentido religioso eliminado de la Constitución en 1857, sino como la máxima garantía personal de cumplimiento de promesas y consecución de propósitos, de manera que su incumplimiento signifique deshonra y vergüenza tales, que por sí solas conduzcan no a revocaciones de mandato, sino a renuncias voluntarias.
Así como dijo Sheinbaum: "hay que decir Presidenta con 'A', porque lo que se nombra existe y lo que no, no existe", las obligaciones de los funcionarios públicos y garantías de cumplimiento de sus promesas sólo existirán si se les nombra a la hora de asumir sus cargos.
Hoy solo existe la toma de poder. Falta lo más importante: la toma de obligaciones y la dación de garantías.
"Es más fácil vender sueños
que realidades".
Yo