A otra cosa

A otra cosa

Una vez que las elecciones pasaron, que ya dijimos e hicimos todo lo que como ciudadanos responsables nos correspondía hacer (manifestar nuestra opinión y votar), creo que es sano "pasar la página" y hablar de otras cosas.

En lugar de seguir preocupándonos por asuntos que al final no están en nuestras manos, mejor ocuparnos de lo que sí cae en nuestro ámbito de competencia.

Es demasiada ya la politización de la vida diaria. Todos los días hay un nuevo escándalo, un nuevo fraude, una nueva masacre, una nueva afrenta..., y pareciera que si no hablamos de ello somos insustanciales.

¿Podría calificarse a una persona como apática, indiferente o superficial si decide ya no hablar de política y dedicarse a lo suyo? No lo creo. No todas las personas son, ni podemos ser activistas sociales de tiempo completo.

El rol cívico de los ciudadanos comunes es salir a votar cuando corresponda, ser vigilantes del gobierno y participar en las manifestaciones públicas cuyas causas consideremos justas o necesarias para mejorar a la sociedad en su conjunto. Pero eso (votar, vigilar y manifestarse) no es todos los días, y de nada sirve desperdiciar las convivencias familiares o entre amigos hablando de asuntos que lo único que logran es angustiarnos o dividirnos.

Es necesario separar los momentos. Hay un tiempo para todo, tal y como el Libro Eclesiastés dice: "Hay tiempo para nacer y tiempo para morir; tiempo para plantar y tiempo para cosechar...", y yo en estos tiempos agregaría que hay tiempo para los demás y tiempo para nosotros; tiempo para hacer política y tiempo para hacer amigos, tiempo para la seriedad y tiempo para la liviandad.

Si queremos hablar de política, citémonos especialmente para ello y hagamos algo efectivo al respecto. De otra manera nos hará mas bien hablar de música, de arte, de la vida, o hasta de "mielda", como dicen los cubanos.

Además, porque es un hecho que la mayor parte de las cosas que nos preocupan jamás suceden. Nos estresamos "gratis" por cosas que imaginamos, y si acaso alguna de esas preocupaciones llega a materializarse, casi siempre suceden de manera distinta a la que supusimos.

No quiero decir con esto que no haya que pensar en el futuro y tomar las previsiones que estén a nuestro alcance para minimizar riesgos o los efectos de posibles escenarios negativos, lo que digo es que, una vez que hayamos tomado todas las previsiones posibles, nos dediquemos a vivir la vida y hacer de ella lo mejor que podamos.

Preocuparnos por el riesgo potencial que significa, por ejemplo, la nueva supremacía del Poder Legislativo, la Reforma Judicial o la desaparición de los organismos autónomos; o si la Presidenta y la nueva Legislatura tendrán o no la capacidad para autocontenerse y no abusar del enorme poder que obtuvieron (aunque haya sido por las malas) solo provocará canas, taquicardias, insomnio e indigestión.

Pensar en el futuro es parte de la vida humana. Pero si bien la prospección nos sirve para evaluar qué acciones tomar o evitar, este ejercicio mental mal manejado tiene la capacidad de perjudicar el presente.

Dicho lo anterior, terminando de leer este artículo, sea que piense diferente, esté o no de acuerdo conmigo, si queremos hacer algo efectivo para mejorar el país o prevenir su debacle (como lo quieran ver), más allá de perder el tiempo en inútiles y desmoralizantes pláticas de café, no veo otra manera más que organizar una nueva oposición, distante y diferente a los desprestigiados e inoperantes partidos políticos tradicionales, para intentar con una nueva, honesta y creíble propuesta, ganar una próxima elección. Y si eso no fuera posible, al menos en el corto plazo, que el esfuerzo sirva para constituir un contrapeso capaz de frenar abusos del gobierno y llamar a cuentas a los funcionarios que eluden responsabilidades. Todo lo demás es lo de menos.

Pero luego de esa muestra de responsabilidad social y de dedicarle un tiempo razonable al activismo social, independientemente de los resultados, olvídese de la política, dedíquese a resolver y disfrutar su vida lo mejor que pueda, respetando la ley y haciendo el mayor bien posible a su alrededor, a menos que su patriotismo sea tal que considere seriamente envolverse en una bandera y lanzarse al vacío.

"De nada sirve la victoria de una
razón que hace perder la razón".

Yo