El chisme

Culpamos a las redes sociales de muchos males actuales, como si fuesen "personas" capaces de actuar por sí mismas. Pero no es así. Siempre hay una persona detrás de ellas produciendo o difundiendo información de todo tipo, útil o inútil, cierta o falsa, sea escribiendo directamente en algún dispositivo electrónico, o dando instrucciones específicas a aplicaciones de Inteligencia Artificial o "bots" (software que de manera automatizada realiza tareas repetitivas en una red sin intervención humana posterior) para interactuar con usuarios de las redes imitando el comportamiento humano.

Si bien en la mayoría de los casos estas herramientas se utilizan para lograr eficiencias operativas o para potenciar la creatividad humana, hay casos en los que se utilizan para hacer el mal o para manipular a la sociedad con información falsa o sesgada, con apariencia de verdad, es decir, con chismes.

La enorme mayoría de los usuarios de redes sociales, sin investigar si la información que reproducen o reenvían es cierta o no, o está fuera de contexto, terminan haciendo daños irreparables a personas, empresas y causas nobles y sin que éstos tengan la posibilidad de corregir o desmentir la versión.

Diógenes, el filósofo griego, no se equivocó al afirmar que el chismoso es el más dañino de los animales salvajes porque sus acciones son semillas y detonantes de violencia.

El chisme es un arma letal, pues tiene la capacidad para matar la dignidad, el respeto y la credibilidad de una persona.

En muchos casos los chismes se difunden por ligereza, irreflexión, por mero "entretenimiento", y sin ser conscientes de los problemas que pueden llegar a causar a sus víctimas, los cuales dependiendo de su gravedad o de la difusión que el chisme obtuvo, conducen a la depresión, a la baja autoestima, a desequilibrios emocionales y, en casos extremos pueden llegar a convertirse en un factor que empuja al suicidio.

Antes de que las redes sociales existieran, los chismes solo tenían el alcance de la proliferación "de boca en boca". Hoy es posible destruir la fama de una persona o crear un escándalo de alcance global en un instante.

Habría que preguntarnos, ¿por qué conocer la información privada de otras personas resulta ser una tentación tan irresistible para tantos?

Psicólogos como Robin Dunbar, Sara Werth y Peter Salovet consideran que el chisme es un mecanismo que une a los grupos sociales, y que es una de las mejores herramientas para compararnos socialmente con otros.

Yo creo que alimentar las relaciones sociales con chismes, "divertirse" o "entretenerse" con ellos es parte de ese estilo de vida carente de ética, valores y virtudes, conocido como el "laissez faire", expresión francesa que en este caso podría traducirse como "el dejar que las cosas pasen" y que se acentúa en tiempos de bonanza económica y paz social.

Así, en esa vida ligera que deja pasar todo porque nada es considerado lo suficientemente grave o importante como para modificar nuestras propias conductas nocivas o frenar las de otros, o para contener impulsos y detenernos a pensar las cosas antes de hacerlas o decirlas, terminamos todos viviendo en un mundo de apariencias, superficialidades, agresiones, maledicencias y calumnias propio de sociedades poco evolucionadas, ocupándonos más de la vida de los demás que de la propia.

No hay mejor manera que explicar la vida alrededor de las habladurías, que la letra del aria de Don Basilio "La Calunnia" de la ópera El Barbero de Sevilla, de la cual por razones de espacio transcribo solo algunas líneas:
 
"La calumnia es un vientecillo. Una brisita muy gentil, que imperceptible, sutil, ligeramente, suavemente comienza a susurrar (...). Bajo, bajo, al ras de tierra va zumbando, en las orejas de la gente se introduce hábilmente (...). Una vez fuera de la boca el alboroto va creciendo, toma fuerza poco a poco, vuela ya de un lugar a otro (...). Al final se desborda y estalla, se propaga, se redobla y produce una explosión, ¡como un disparo de cañón!, un terremoto, un temporal, un tumulto general (...). Y el infeliz calumniado, envilecido, aplastado, bajo el azote público podrá considerarse afortunado si muere".

Apostilla. Para que tengan oportunidad de chismear en mi ausencia, les informo que saldré de vacaciones, por lo que me ausentaré un par de semanas de estas páginas.

"Se puede deshacer,
pero no se puede deshablar".

Yo