¡Unamos México!
Después de que Donald Trump salió ileso del intento de asesinato del que fue objeto, su divisiva y beligerante retórica cambió. Ahora, en lugar de hablar de "nosotros contra ellos", y poner a "unos" americanos en contra de "otros", el mensaje que manda es: "Unite America!".
El propio Trump dijo que reescribió el discurso que tenía preparado para la Convención del Partido Republicano para enfocarlo en la unidad y dejar de ser el peleonero y agresivo retador de siempre. Se refiere a su atentado como "la oportunidad para unir no solo a Estados Unidos, sino al mundo entero" como si hubiese recibido la encomienda de los dioses que le salvaron la vida, de hacer al mundo mejor lugar para todos.
¿Por qué tienen que llegar las cosas al extremo para reflexionar en lo verdaderamente importante y cambiar de actitud?
Pareciera que pasar por una experiencia extrema (como sobrevivir a un atentado, un accidente o una enfermedad que nos pone al borde de la muerte) despierta la conciencia, nos vuelve humildes, trae claridad sobre el universo, sobre la vida misma y sobre nuestro propósito en ella.
La ironía es que Trump obtuvo fuerza y popularidad sacando lo peor del pueblo estadounidense, dividiéndolo e incitándolo al odio, especialmente hacia los inmigrantes, a quienes ha calificado como animales subhumanos, como seres despreciables, como criminales, violadores y asesinos, y con discursos incendiarios que incluyen frases e ideas peligrosas como: "si no soy electo Presidente va a haber un baño de sangre".
Espero, para bien no solo del pueblo estadounidense, sino del mundo entero, que sus deseos de unidad sean sinceros y duraderos y no solo una burda y deleznable victimización de sí mismo con el objeto de aumentar simpatías de cara a una elección.
Acá en México tenemos nuestra propia versión de un movimiento político y un Presidente que basa su fuerza y popularidad en la división. Así lo dijo AMLO alguna vez: o estamos con la transformación (con él) o estamos contra ella (contra él).
En Estados Unidos bastó un atentado a Trump para que los políticos de todas las corrientes comiencen a hablar de unidad, hagan a un lado las rivalidades y reconozcan que las palabras importan, que los discursos de división y odio tienen consecuencias.
Espero que no sea necesario que algo extremo ocurra en México para que el discurso entre políticos y entre ciudadanos cambie de uno que nos divide entre ricos y pobres, a uno de unidad y entendimiento mutuo. Si allá el nuevo mensaje es "Unite America!", el de acá debe ser "¡Unamos México!".
Claudia Sheinbaum tiene la oportunidad de convertirse en una Presidenta de unidad, que erradique la nociva y exacerbada animadversión que por intereses políticos se ha sembrado entre mexicanos de diferentes condiciones sociales, culturales y económicas.
El presidente López Obrador se equivoca cuando, para ubicarse en el "bando" de los más pobres, dice que él no es "fifí" y se autodefine como naco y chairo. Esta despectiva e insultante manera de categorizar a los mexicanos no abona nada al bienestar y unidad nacional. Al contrario, ahonda las diferencias.
Tener cierto nivel educativo o relativo éxito profesional o económico no hace a nadie por definición clasista, racista o corrupto, como tampoco las carencias materiales o educativas hacen a alguien, por definición, noble, honesto o sabio.
Es necesario alzar la voz cada vez que alguien se refiera a algún mexicano como chairo o "fifí".
Quienes dividen a la sociedad en clases económicas o socioculturales en las que siempre hay un "ellos" y un "nosotros" no se dan cuenta que siempre habrá algún momento y lugar en el que nosotros seremos los otros de otros.
La retórica que divide a la sociedad en buenos y malos, en liberales y conservadores, etcétera, en que todo es blanco o negro, debe sustituirse por un discurso de unidad, en el que la crítica y la exclusión se dirijan no a quienes piensan u opinan diferente sino a quienes juzgan y categorizan a las personas en función de raza, origen, creencias o condiciones económicas y pasar de una vez por todas a valorarnos por nuestra calidad humana, por nuestra sensibilidad, coherencia y fiabilidad y no por nuestro aspecto, escolaridad, riqueza o pobreza material.
"Oposición sin proposición
es obstrucción".
Yo