Palabras tabú

Palabras tabú

Cada día es más difícil hablar sin que alguien se ofenda por las palabras que utilizamos.

Pareciera que todo el mundo ahora, en lugar de fijarse en lo que se quiere decir, en el tono o en las intenciones que hay detrás de la comunicación verbal, busca la manera de sentirse ofendido porque las palabras que seleccionamos para comunicarnos no fueron, a su sentir y entender, las más adecuadas.

Las palabras por sí solas no son ofensivas o discriminatorias. Lo que puede ser ofensivo o discriminatorio es la intención detrás de ellas y las acciones que las acompañan.

Muchos colectivos defensores de minorías históricamente discriminadas, perseguidas o denigradas animan a las personas pertenecientes a estos grupos a sentirse vilipendiadas por comentarios o términos que en realidad no tienen intenciones ofensivas.

Así, ciertas palabras se han convertido en tabúes o en expresiones "políticamente incorrectas", complicando las formas de comunicación de una manera absurda.

Son muchas las palabras que ya no podemos utilizar o que si lo hacemos corremos el riesgo de ser considerados racistas, insensibles al sufrimiento de los demás u homofóbicos. Ahora, para que nadie se ofenda, debemos "suavizar" la verdad recurriendo a diversos eufemismos y florituras.

Por ejemplo, ya no podemos decir que una persona de raza negra es negra, ahora hay que decir que es "persona de color" o "afroamericana" aunque haya en América "personas de color" que no tienen origen africano; no debemos decir ciego, sino invidente; no podemos decir homosexual, sino gay; no podemos decir que una persona es gorda, sino que tiene sobrepeso; los viejos ya no son viejos, son adultos mayores...

Ya ni siquiera podemos aplicar una de las reglas del idioma español que por meras razones de simplificación y economía del lenguaje utiliza el masculino como genérico. Hoy, para referirnos a un conjunto plural de personas, tenemos que decir, por ejemplo, "las y los" mexicanos, como si el uso de ambos artículos trajera igualdad y respeto hacia las mujeres y que los machos dejen de ser tales.

Y no se diga el ridículo invento de los artículos asexuados que intentan sustituir el masculino genérico de "ellos" por el de "elles", y que solo sirven como una moda usada por figuras públicas y activistas sociales para manifestarse social y políticamente en favor de la equidad de género.

Yo uso el masculino como genérico no solo porque funciona mejor, sino porque creo que lo que nos hace incluyentes son nuestras acciones y no los artículos que utilizamos al hablar. Lo que es incluyente es tratar a todas las personas de la misma manera, independientemente de su raza, credo o sexo.

Estoy de acuerdo con eliminar, como dice la feminista Teresa Meana, "los efectos que produce el silencio sobre la existencia de las mujeres, su invisibilidad, ocultamiento y exclusión (...), las expresiones de desprecio, odio, y la consideración de las mujeres como subalternas, como sujetos de segunda categoría, como subordinadas o dependientes de los hombres".

Utilizar el masculino como genérico es simplemente un convencionalismo lingüístico, una regla de economía del lenguaje que facilita el habla. No significa -o no debe significar- ni debe traducirse en menosprecio y discriminación real hacia las mujeres, y su utilización tampoco debe interpretarse como superioridad de género. Si la convención lingüística fuese al revés, a mí me daría lo mismo. No me haría "menos hombre" que el femenino fuese el genérico. Sería más un asunto de costumbre auditiva que de hombría o "mujería".

Me parece ofensivo para las mujeres el establecimiento de las llamadas "cuotas de género", concepto que equivocadamente asume que la cuota a cumplir es de mujeres y no de hombres. Las primeras en oponerse a estas "cuotas" debieran ser las propias mujeres. Su aceptación a ser contratadas o electas para algún puesto debiera ser solo porque tienen las cualidades necesarias y no porque haya que cumplir con alguna cuota.

La equidad de género se logrará no con nuevas reglas lingüísticas, sino con nuevas actitudes, hablándonos todos con respeto, viéndonos y tratándonos como iguales, hasta el día en que la palabra zorra signifique el femenino de zorro y no otra cosa.
 
"A las personas hay que valorarlas por lo que tienen entre las sienes, y no por lo que tienen entre las piernas".

Yo