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El martes 10 de septiembre de 2024 será recordado como un día negro en la historia de México. Una fecha que parece querer ir detrás del nefasto 11 de septiembre de 2001 conocido como el "nine-eleven" (nueve-once), día en el que el terrorismo global comenzó una nueva etapa cuando terroristas secuestraron aviones comerciales y los estrellaron contra las Torres Gemelas de Nueva York y contra el Pentágono.

Pero como acá en México hacemos las cosas al revés, el 10 de septiembre no es el "nueve-diez", sino el "diez-nueve", tal y como comienzan las cuentas regresivas (diez, nueve, ocho, siete...), en este caso no para dar cuenta de la llegada de un año nuevo, lleno de felicidad y parabienes, sino para comenzar a contar el tiempo en el que México tocará fondo, si es que las cosas se mantienen en el rumbo por el que van, y que contrario a lo que el oficialismo promete, anuncian el inicio de una nueva era de autoritarismo, injusticias y corrupción nunca antes vistas.

Este artículo lo comencé a escribir el martes por la mañana antes de ver el desarrollo y conocer el resultado de la votación en el Senado, en la que, en medio de protestas, traiciones, desapariciones, detenciones, amenazas, extorsiones y todo tipo de presiones a los senadores de oposición, la artificialmente obtenida mayoría calificada del partido Morena, PVEM y PT terminó por aprobar una muy cuestionada reforma judicial.

En el 9/11, terroristas secuestraron aviones; en el 10/9, morenistas secuestraron al Poder Judicial y a la democracia.

El tema que originalmente pensaba abordar tenía que ver con la aceptación de los principios matemáticos que definen la diferencia entre una fracción y un número entero, asunto que se enfilaba a ser de importancia capital en la votación del Senado, ya que de su comprensión dependía si un movimiento político tendría o no la facultad para modificar la Constitución y por lo tanto afectar la vida de las siguientes generaciones.

El tema era relevante porque se suponía que Morena y aliados solo contaban con el voto de 85 de los 128 senadores (66.40%), cantidad que, aunque sea por unas cuántas décimas, es menor a los 2/3 requeridos (66.66%), y como no puede haber votos fraccionados, les hacía falta un voto. El presidente del Senado, Fernández Noroña, en un mañoso juego con las reglas matemáticas y constitucionales argumentaba que 85 votos eran suficientes porque con 86 votos (67.19%) se pasarían del porcentaje mínimo requerido.

Pero sucede que la Constitución no prohíbe que una reforma se apruebe con más votos de los necesarios, lo que prohíbe es que se apruebe con menos.

Al final del día, esta discusión matemática no tuvo importancia, porque con las sucias maniobras del gobierno federal encabezado por AMLO, quien en este caso tiró las piedras y escondió las manos, lograron los 86 votos requeridos.

No sé si fue por medio de amenazas, extorsiones, compra de votos o por meras traiciones o por una combinación de todo que, al final, además de los dos senadores del PRD que antes ya se habían pasado a Morena, el senador Barreda, de MC, "no pudo" asistir a la votación, y el senador Yunes, del PAN, en el último momento, con muy "dignos" argumentos, cambió de bando.

El beneficio de la duda en favor de la Presidenta electa, Claudia Sheinbaum, sigue vivo, pero no porque haya indicios de que vaya a evitar que el deterioro y desconfianza en el futuro de México y sus instituciones avancen, sino solo porque aún no entra en funciones y por lo tanto no se le puede responsabilizar de nada (todavía).

El martes, mientras veía el desarrollo de las intervenciones de los senadores de oposición y las respuestas y actitudes de senadores oficialistas, estaba sudando frío. Pude ver el grosor de la piel de muchos, especialmente la de Noroña, el impresentable presidente de la Cámara de Senadores, quien concedía a todos los senadores de oposición lo que querían. Y lo hacía por una sola razón: minimizar el desaseo de todo el proceso, y no dar pie a reclamos y futuras impugnaciones. Sabía que tenía que tener paciencia suficiente para oír los pataleos de una oposición vencida de antemano, y a la mala.

El 10/9 me fui a dormir pensando en la cuenta regresiva y angustiado como pocas veces.

 
"La democracia se ha convertido
en un mecanismo legaloide
para aniquilar minorías indeseables".

Yo