Agenda oculta

Elegir significa tomar una decisión entre alternativas. Es el acto de seleccionar algo o a alguien entre un conjunto de opciones. Pero cuando las opciones fueron elegidas previamente por otros, como es el caso de la selección de candidatos a jueces y magistrados, es debatible si los ciudadanos realmente elegimos, o simplemente somos validadores de las elecciones de otros.

Somos realmente electores solo cuando los candidatos (las opciones) emanan de procesos de selección transparentes, independientes, con participación ciudadana, con evaluación de méritos e idoneidad, etcétera. Cuando no es así, todo es una faramalla, como será la próxima elección judicial en la que el proceso de selección de candidatos a jueces y magistrados estuvo plagado de anomalías.

Dos mil 600 impugnaciones recibieron en el TEPJ: aspirantes excluidos, aspirantes con dobles cargos, puestos con un solo candidato, personas no incluidas en ninguna lista previa, pero que aparecen en las boletas, postulantes acusados de delitos graves o con ligas a organizaciones criminales, etcétera.

El resultado es sabido: habrá candidatos en las boletas de dudosa capacidad, integridad o procedencia.

Debo decir y reconocer que entre los candidatos seleccionados por sorteo (tómbola) hay abogados intachables que merecen contender y ganar el puesto, pero desgraciadamente, esta equivocada y manipulable idea de elegir jueces y magistrados por medio del "voto popular" hará que sus méritos y trayectorias valgan poco o nada.

Aun si dedicáramos días enteros a leer cada uno de los currículums de los cientos de candidatos, en un intento por votar de manera informada, es imposible evaluar los conocimientos, experiencia e idoneidad para cada uno de los cargos y compararlos entre sí.

Haber obtenido un título profesional con una calificación mínima de 8 y unas cartas de recomendación de vecinos no es garantía de nada, y poner a profesionistas a hacer "campaña" para intentar diferenciarse y ganar votos, no solo es vergonzoso sino inútil, ya que en este caso los candidatos solo pueden hacer una misma promesa: aplicar la ley correcta e imparcialmente.

Esta elección será la más absurda, desinformada y de más baja participación de la historia. Los pocos ciudadanos que saldrán a votar serán en su mayoría acarreados, parientes, amigos o cómplices de los candidatos y con el sentido del voto previamente inducido (acordeones). En el mejor de los casos los ciudadanos votarán al azar.

No hay duda de que era necesaria una reforma judicial, pero no así. En esta reforma, como en la mayoría de las cosas que ha hecho Morena desde que asumió el poder, la altura de miras es solo aparente. Digo aparente porque siempre, detrás de cada una de las reformas o proyectos de este gobierno hay una agenda oculta, en unos casos mostrada sin pudor, y en otros se va descubriendo poco a poco, por medio del pensamiento crítico, o de la intuición y "olfato" de los ciudadanos más informados, siguiendo lo que el detectivesco dicho popular dice: "Si es redondo y tiene asa, es taza".

En este caso, la agenda "oculta", el objetivo último de la reforma judicial es uno, burdo y obvio: controlar el Poder Judicial, eliminar de facto la separación de poderes y lograr que Morena permanezca en el poder indefinidamente.

Lo dije hace unos días en este mismo espacio: lo único que esta reforma judicial logrará cambiar son 70 años del PRI por 100 de Morena. Un siglo más de corrupción e impunidad.

Ahora bien: es cierto que al defender o abogar por asuntos que requieren cambios benéficos para todos (como la indiscutible necesidad de reformar el sistema de impartición de justicia) se ponen en riesgo otras cosas.

La mayoría de las corrientes políticas tienen argumentos válidos y propuestas que merecen ser apoyadas, pero como entre lo bueno que proponen casi siempre hay cosas malas (agendas ocultas), tomar partido obliga a pensar qué conviene más: apoyar la agenda abierta y correr el riesgo de la oculta, u oponerse a la agenda abierta porque pensamos que la agenda oculta terminará por destruir al todo.

Nada es blanco o negro. Hoy más que nunca, apoyar cualquier proyecto político es un proceso de evaluación de riesgos y de elección del mal menor. Y para mí, el poder absoluto entreverado en las entrañas de reforma judicial, es un mal mayor.

"No todo lo opaco es fierro".

Yo