El Reino de México

Absolutismo democrático.
La frase "El Estado soy yo" (en francés, "L'État, c'est moi"), atribuida a Luis XIV de Francia, conocido como el Rey Sol, es emblemática del absolutismo monárquico, un sistema de gobierno en el que el monarca concentraba todo el poder en sus manos, situándolo por encima de la ley y viéndose a sí mismo como el protector de sus súbditos, del pueblo. ¿Suena familiar?
Lo que está ocurriendo en México con el control de todos los Poderes e instituciones de Gobierno por parte de Morena, es la creación de facto de una nueva especie de ente monárquico. Un híbrido entre monarquía y democracia, y que por oximorónico que suene llamaría: "absolutismo democrático".
Ya no hay contrapesos, las instituciones democráticas y los organismos ciudadanos autónomos están cooptados o desaparecidos. El Gobierno se supervisa y rinde cuentas a sí mismo. Es juez y parte. En el nuevo Reino de México, a los súbditos se les llama "pueblo", el rey es el partido oficial que lo decide todo, y su voz es la del Presidente en turno. El Estado es Morena.
La concentración de todo el poder en un solo partido-rey tiene efectos devastadores para la democracia, y cada vez son más evidentes.
Para empezar la pluralidad política, el respeto y consideración a opiniones diferentes desaparece. Las voces de la Oposición tienen lugar por mero trámite, para "guardar las formas" y poder decirle al mundo que la democracia mexicana sigue viva. Oyen, pero no escuchan.
De nada sirve esgrimir razones y argumentos sesudos para hacerle ver los perjuicios que muchas de las leyes y reformas constitucionales que impulsan causarán al País y a la democracia. Las aprueban haciendo no uso, sino abuso de la mayoría calificada que artificialmente obtuvieron. Las aprueban sin moverles una coma, y hasta sin leerlas, lo que demuestra que quienes mandan no son los que están en las curules votando, sino los que diseñan, redactan y les pasan lo que tienen que aprobar.
Hay reyes detrás de los tronos. Pero no son monarcas promotores del desarrollo de sus reinos o de la ilustración de sus súbditos, sino meros oportunistas y delincuentes que en nombre del "pueblo" y con disfraz demócrata hacen lo que les viene en gana.
Fingen ser democráticos. Aplican la idea que aparece en las obras filósofo e historiador estadounidense Will Durant y que dice: "La democracia la inventó la aristocracia para seguir mandando". Y ojalá fueran una verdadera aristocracia -término que en su etimología y significado original es el "gobierno de los mejores", de los más aptos-, porque son más bien un gobierno de los peores, de los menos capacitados, de los ineptos, de los negligentes y corruptos, una "kakistocracia" (del griego "kakistos": peor y "kratos": gobierno).
En este nuevo "absolutismo democrático" pasa ya lo mismo que en todos los regímenes autoritarios: las decisiones se toman sin escuchar o tomar en cuenta a nadie y sin participación ciudadana, la cual simulan con consultas populares a modo, o aduciendo que el "mandato popular" recibido en las urnas les da representatividad suficiente para todo. Y de rendición de cuentas, de mecanismos de control de corrupción y transparencia en la gestión pública ni hablemos. ¿Quién puede o se atreve a llamar a cuentas al rey? Y si se hace, de nada sirve, porque el Estado es Morena y su "absolutismo democrático" está instaurado.
El tiempo que tomará para regresar a la senda democrática dependerá del tiempo que tome a la mayoría de los mexicanos darse cuenta de que los programas sociales del Gobierno no pueden sostenerse para siempre y nunca serán suficientes para salir de la pobreza.
Mientras eso sucede, porque tarde o temprano sucederá, ojalá y el partido-rey se digne a escuchar las voces de ciudadanos que con el único interés de mejorar las condiciones de vida de todos los mexicanos, particularmente de los más pobres, abogamos por políticas públicas que fortalezcan la autonomía individual y la capacidad de emprendimiento, y que comienzan por una educación pública de calidad y respeto al Estado de derecho, asuntos que hoy están en sus peores momentos.
"Los sabios nunca serán mayoría".
Yo