''Juimos' designados

''Juimos' designados

El nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia, Hugo Aguilar Ortiz, en su discurso de toma de posesión dijo: "Por primera vez en la época contemporánea, ministros y ministras, 'juimos' designados..., no 'juimos' designados desde arriba; 'juimos' elegidos en las urnas con el voto libre y consciente de millones de mexicanos" (sic).

Pues sí, "jueron" designados, pero no por el raquítico 13% de los mexicanos que salieron a votar, sino por quienes elaboraron y distribuyeron previamente los "acordeones" con instrucciones precisas para que el pueblo supiera por quién debía votar.

Y ellos también "jueron" los que participaron en el ridículo ritual indígena de toma de posesión, en el que mediante "limpias", ofrendas a la "madre tierra", humo de copal, invocaciones a energías y rezos en lenguas originarias, purificaron su espíritu y se encomendaron a Quetzalcóatl.

Si así hablan, así piensan y así creen los nuevos ministros de la SCJN, del México del siglo 21, ¿con qué cara defenderán ahora el Estado laico y la separación de Iglesia y Estado? ¿Qué harán cuando les toque resolver controversias constitucionales relacionadas, por ejemplo, con el derecho a la educación laica, con la libertad de expresión vs. discursos religiosos, con el uso de símbolos religiosos en espacios públicos o el derecho de menores frente a creencias de sus padres?

En un país que se define constitucionalmente como Estado laico, el que la Suprema Corte, institución que encarna la máxima autoridad jurídica del país, incorpore en actos oficiales ceremonias, rituales y símbolos de carácter religioso o espiritual es una contradicción mayúscula.

Esto no es una muestra inocente de respeto a la diversidad cultural, esto abre un debate serio sobre la congruencia de nuestras instituciones con los principios constitucionales que supuestamente rigen la vida pública.

Los políticos y seguidores de la 4T argumentan que tales actos no son religiosos, sino culturales, pero basta observar el contenido simbólico para darse cuenta que no es así: todos los rezos, ofrendas, sahumerios e invocaciones, se inscriben en el ámbito de lo espiritual-religioso, no en el terreno cultural, folclórico o artístico.

Un Estado laico no distingue entre creencias religiosas mayoritarias o minoritarias, ni entre antiguas o nuevas; simplemente garantiza que ninguna interfiera en los actos oficiales del poder público.

¿Qué dirían si el ritual y los símbolos utilizados en la toma de posesión de la SCJN hubieran sido católicos o de cualquier otra denominación religiosa? ¿Qué dirían si en lugar de copal, de ofrendas a la madre tierra y de encomendarse a Quetzalcóatl, hubieran rezado un Padre Nuestro, rezado en latín y se hubieran encomendado al Espíritu Santo o la Virgen de Guadalupe?

La diversidad cultural de México es innegable y valiosa, pero no puede usarse como excusa para introducir rituales de carácter religioso en ceremonias institucionales.

En una nación con más de 120 millones de habitantes, donde conviven creyentes de distintas religiones, agnósticos y ateos, ¿qué legitimidad tiene un acto que pretende "bendecir" o "purificar" a los ministros desde una cosmovisión particular? Lo que para algunos es motivo de orgullo, para otros puede representar exclusión, imposición e incluso una violación al derecho humano de la libertad de conciencia.

No sé a quién se le ocurrió organizar esta vergonzosa representación teatral de una ceremonia indígena para la toma de posesión de los ministros de la SCJN, pero estoy seguro que si se hubiera permitido, por ejemplo, que las oficinas y las encomiendas de los ministros fueran bendecidas y consagradas por un obispo orando en latín, en lugar de por un chamán orando en náhuatl, los mismos que aplauden el copal hubieran denunciado la traición al Estado laico, la intromisión de la Iglesia en la política y la manipulación de símbolos religiosos para fines de poder. Y estarían en lo correcto.

Al final, para la enorme mayoría de los mexicanos, incluyendo los que no "juimos" a votar en la pasada elección judicial, este ritual indígena, al igual que las falsas proclamas de austeridad republicana, son incongruencia, propaganda y manipulación política en su máxima expresión.

Yo no jui, jué teté.

(Exculpación popular)