Ley de la selva

Hace unos días, saliendo del estadio Akron, un grupo de "aficionados" golpeó brutalmente al hijo de unos amigos por portar una bufanda del Cruz Azul, luego de que su equipo ganó. Le rompieron la nariz, varios dientes y le lesionaron la córnea. Afortunadamente, luego de tomografías, radiografías y revisiones de especialistas, los médicos determinaron que no requería ser hospitalizado y regresó a su casa como si hubiera ido a un campo de batalla y no a disfrutar un partido de futbol.
Esta historia se suma a la larga lista de delitos y crímenes violentos, de robos, secuestros, despojos, extorsiones, etcétera, que todos los días pasan sin que nada pase luego. Se levantan denuncias, todo mundo "toma nota" de lo ocurrido y al final las cosas siguen igual.
Los ciudadanos simplemente nos tenemos que "tragar" las cosas, aceptar las pérdidas e intentar olvidar lo ocurrido, además porque en muchos casos denunciar puede ser más peligroso que una golpiza o más costoso que los bienes en juego.
Las más de las veces las denuncias se hacen por principios, por orgullo o dignidad, o porque es un requisito para reclamar seguros cuando los hay, pero a sabiendas de que las probabilidades de obtener justicia son prácticamente nulas.
Es inadmisible que ahora las personas nos consideremos "afortunadas" porque nos dieron una paliza y el incidente no tuvo consecuencias físicas permanentes (las psicológicas, quién sabe), o cuando nos asaltan a mano armada y no nos meten un balazo. Vaya "fortuna" la de no morir en el intento de vivir y trabajar honestamente o de divertirse sanamente.
Muchas de las carreteras, calles y espacios públicos de México son ya territorios hostiles a los que si decidimos entrar es bajo propio riesgo.
Es triste que ahora, para no ser víctimas de delincuentes, o para evitar ser agredidos por fanáticos o adversarios de toda índole, tengamos que pasar desapercibidos, escondiendo cualquier tipo de afinidad política o deportiva, ocultando símbolos que identifican creencias o nacionalidades o evitando portar ropa y accesorios suntuosos para no detonar odios en resentidos sociales. Y si se pudiera, en algunos lugares convendría esconder hasta el color de la piel para no ser agredidos por extremistas o supremacistas raciales que ven a los diferentes como una amenaza a su existencia.
Este modo de vivir con miedo, esta manera violenta de diferir, de lograr objetivos a la fuerza o de sacar frustraciones; esta forma de gobernar con complicidades, omisiones, cinismo, impunidad y cálculos electorales tiene que parar.
Nunca lo hemos sido del todo, pero estábamos en camino a ser un Estado mucho más civilizado y democrático que el actual. Hemos retrocedido y cae como anillo al dedo la irónica y paradójica frase que dice: "Estábamos mejor cuando estábamos peor".
Lo que impera hoy no es la ley ni los derechos ni las instituciones, lo que impera es la ley de la selva, expresión que se usa para describir una sociedad sin reglas claras y sin respeto al marco legal.
Las leyes en México funcionan como sugerencias y las normas sociales se rompen sin el menor empacho. Cada quien busca su beneficio sin importar el daño causado a otros. Predomina la fuerza sobre el derecho, el más fuerte, el más astuto o el más poderoso impone su voluntad sobre los demás. El poder económico, político y la violencia determinan quién gana, quién pierde y quién sobrevive.
¿Qué podemos hacer los ciudadanos para salir de un "orden" basado en la ley del más fuerte y pasar a ser un Estado en el que rija el Estado de derecho?
Varias cosas. Para empezar, dejar de ser "opositores" y pasar a ser "propositores".
Hay que proponer maneras para recuperar la separación de Poderes y los organismos autónomos que sirven de contrapeso al poder; tener cero tolerancia a la corrupción e ilegalidad cotidiana; entender, promover y defender la pluralidad y los derechos humanos; fomentar una cultura cívica desde la familia y la escuela, y sobre todo, ejercer presión social y mediática, que es lo que más le importa y le duele a un gobierno antidemocrático y corrupto hasta los huesos.
No hay de otra. O dejamos de ser ciudadanos pasivos y nos convertimos en actores sociales, vigilantes, exigentes y respetuosos de la ley, o resignémonos a vivir a merced del más fuerte.
"Oposición sin proposición
es obstrucción".
Yo