Conductas ejemplares
“Sobran leyes y faltan conductas ejemplares” fue el título de una entrevista que le hicieran hace ya varios años al filósofo español Javier Gomá publicada en el diario El País, y que me motivó a escribir este artículo. El título lo dice todo, y deberíamos grabarlo en nuestras mentes y ponerlo a la entrada y salida de nuestras casas y de todas las oficinas y recintos públicos, a manera de recordatorio permanente de lo que debemos hacer.
El propio Javier Gomá relata que cuando entregó el manuscrito de su libro “Ejemplaridad pública”, los encargados de mercadotecnia del grupo editorial objetaron el título y le propusieron un cambio. Era un asunto innegociable y no se cambió, pero la discusión y reparos editoriales mostraron hasta que punto el concepto de ejemplaridad no estaba en el clima cultural.
El estado democrático moderno, decía Gomá, se ha asentado, entre otros, en dos principios: Primero. El respeto a la ley es condición suficiente para el establecimiento de una sociedad justa; en otras palabras, “cumple la ley y haz lo que quieras”. Segundo. La vida privada es parcela confiada exclusivamente al arbitrio del yo, quien no responde ante nadie mientras no perjudique a tercero.
Lo que esto significa es que determinados comportamientos son censurados por la sociedad aunque éstos sean formalmente apegados a la ley, y que hay conductas reprochables que si bien pueden ser legales son repugnantes en la percepción mayoritaria de lo decente y lo honesto.
Cumplir la ley es una condición necesaria, pero no siempre suficiente para lograr esa exigencia “extra-jurídica” que la sociedad reclama, particularmente a las figuras públicas.
Y es que no todo lo que es legal es ético. Mientras las leyes nos dicen lo que está permitido o prohibido hacer, la ética nos dice lo que debe o no debe hacerse.
Por ello la respuesta cínica de muchos funcionarios a la pregunta ¿le parece ético lo que usted hizo? es “me parece legal”.
Y podrá ser legal que un funcionario público compre una casa a un contratista de gobierno en condiciones favorables; podrá ser legal legislar para que algún particular resulte beneficiado; podrá ser legal taparse un ojo con los amigos y aplicar “todo el peso de la ley” a los enemigos; y tantas cosas mas que podrán ser legales pero no son éticas, y que a los ojos de la sociedad, si bien no caen en la categoría de las ilegalidades, caen la categoría de las “chingaderas”.
Y es que hay una diferencia entre lo ilegal y lo inmoral, o falto de ética. Y prefiero decir falto de ética en lugar de inmoral, porque entiendo a la ética como las normas de conducta de una sociedad, y a la moral como normas de conducta personales.
Aunque las leyes y la ética tienen un mismo objetivo y supuestamente debieran coincidir, no siempre es así y en ocasiones incluso difieren. Ej: Las leyes castigan el robo, la ética también. La ética castiga el uso de información privilegiada, el conflicto de intereses, el influyentismo, etc. Las leyes no siempre.
La ética es mas amplia que las leyes, pero no todos tenemos los mismos escrúpulos (dudas si algo es bueno o malo, obliga o no obliga) ni nos guiamos por las mismas normas éticas. Además, mientras que las leyes aplican y son las mismas para todos, su cumplimiento es obligado y no esta sujeto a la buena voluntad de las personas, la aplicación de las normas éticas es voluntaria o discrecional.
Las leyes tienen la fuerza pública como aliada para exigir su cumplimiento. La ética solo cuenta con la propia conciencia como juez y parte de nuestras acciones, y quienes creen en la justicia divina, cuentan en su fuero interno con jueces y verdugos celestiales.
Cada uno de nosotros somos al final una mezcla de las leyes del Estado y las normas éticas, morales, filosofías de vida, religiones, valores y escrúpulos autoimpuestos, y esta mezcla es la que orienta nuestra libertad.
Y en esa libertad, los ciudadanos simples y especialmente los funcionarios públicos que realmente queramos corregir o modificar patrones de conducta negativos en la sociedad, tenemos que predicar con vidas ejemplares y no solo con vidas legales.
“haz lo que hago” y “haz lo que digo” debiera ser una redundancia. Yo.