Impuesto a la muerte

Impuesto a la muerte
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La Cámara de Diputados discutirá en los próximos días una iniciativa que busca gravar las herencias, legados y donaciones, actos que actualmente están exentos. Este tipo de impuestos que en otros países se conocen como "impuestos a la muerte" (Death Tax) me parecen totalmente injustos.

Trabajamos toda la vida para crear un patrimonio, durante el proceso pagamos todas las tributaciones que nos corresponden, y cuando finalmente ese bien habido dinero llega libre a nuestras bolsas, lo invertimos en distintos tipos de bienes o instrumentos financieros y continuamos pagando cargas tributarias a los intereses, rentas o incrementos de valor a los bienes adquiridos al momento de venderlos.

Si todo sale bien (porque en el camino hay inflación, devaluaciones y todo tipo de imprevistos, fraudes impunes y crisis económicas), el ahorro familiar servirá para sostenernos durante la vejez, y como apoyo y soporte a los emprendimientos de nuestros hijos, los cuales tienen sus propios problemas y necesidades.

A pesar de todos los impuestos que en vida pagamos, nuestros flamantes diputados, los que se supone que nos representan y tienen como obligación defender los intereses de la gente que los votó, pretenden establecer un nuevo impuesto a las herencias. Cabe mencionar que la mitad de los países miembros de la OCDE no tienen este impuesto, por lo que no entiendo el afán de sumarnos a la mitad que sí lo tiene.

Esta brillante idea es del diputado Jorge Álvarez Maynez, del partido Movimiento Ciudadano, quien propone aplicar el Impuesto Sobre la Renta a las herencias que superen los 10 millones de pesos.

Está bien que al menos le haya puesto una base que exenta a todos los que a lo largo de su vida no lograron hacer un patrimonio superior a los 10 millones de pesos, y que sin duda es la gran mayoría, pero no por ello es justo.

Es un impuesto conceptualmente equivocado y que equivale a una doble y excesiva tributación.

Es un impuesto que castigaría a los más trabajadores, a los más exitosos y a todos los que, en lugar de gastarse todo, decidieron ahorrar y dejar un patrimonio, el fruto de su trabajo a sus hijos y nietos. Equivale a una doble tributación porque cuando se gana el dinero con el que se crea el ahorro familiar se pagan impuestos, y al momento de pasar ese ahorro a la familia, y que son los receptores finales, se pagarían de nuevo; es excesivo porque a pesar de que la tasa de impuestos que esta iniciativa propone sería progresiva (del 10 por ciento cuando el beneficio se encuentre entre 10 y 50 millones de pesos; 20 por ciento, entre 50 y 100 millones, y 30 por ciento cuando exceda los 100 millones) significa que de todo lo que una persona ganó y ahorró durante su vida al final el gobierno le habrá quitado entre el 45% y 65% (35% de ISR en vida, más 10% a 30% de ISR en muerte).

Los impuestos a las herencias además desincentivan el ahorro. ¿Para qué ahorrar y tener reservas si al momento de morir el gobierno se habrá llevado más de la mitad de todo?

Está bien que los herederos paguen impuestos a partir de que reciban cualquier herencia, pero no hay razón para que, en el instante que la reciben, el gobierno les quite una buena parte de ella.

Ahora bien, ¿por qué habría que darle más dinero al gobierno? ¿Para que lo dilapide o termine en la bolsa de políticos en lugar de en la bolsa de nuestros hijos?

¿Por qué un diputado que supuestamente representa y defiende los intereses ciudadanos se dedica a proponer impuestos que nos perjudican?

¡No me defiendas, compadre!, es lo que le diría a este creativo diputado, que además debe saber que los impuestos a la muerte en países como los Estados Unidos son la causa por la que el 70% de los negocios familiares no sobreviven a la segunda generación, y que existen mecanismos legales para evitar o minimizar el pago de impuestos a las herencias.

El establecimiento de un impuesto a la muerte servirá al final sólo para darle trabajo a abogados y fiscalistas especializados, o para quitarles un pedazo importante de los ahorros de toda una vida a aquellos que no tuvieron el cuidado o el tiempo suficiente para planear su sucesión.

"Los políticos gravan el trabajo el de otros y subsidian su flojera".

Yo