Sconto bimbi educati
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Si padres de familia deciden llevar a sus niños a comer a un restaurante concebido primordialmente para adultos, deben encargarse de su comportamiento, de manera que puedan convivir tranquilamente con comensales que lo último que quieren es escuchar gritos y llantos, o sufrir la hiperactividad de niños malcriados.Los restaurantes, particularmente aquellos de ambientes más refinados y en los que se sirve alcohol, son una especie de refugio a los que se va a disfrutar momentos de relajación y charlas agradables, lo cual se vuelve imposible cuando padres desentendidos de sus hijos les permiten gritar y correr por todos lados.Ningún restaurante impide el acceso a familias con niños pequeños, pero los papás deben de saber que si decidieron llevarlos a un lugar de adultos, la responsabilidad de su comportamiento es doble, y tienen que estar al pendiente para intervenir en el momento en que alguno de ellos comience a incomodar a los demás. Los restaurantes no deben ser campos de batalla o de reclamos sociales, pero hay padres que piensan que sus mal portados querubines deben ser tolerados por el mundo a su alrededor y que sus travesuras son graciosas y encantadoras para todos. Si un niño avienta un tenedor o provoca algún incidente, en lugar de recibir una disculpa de su padre o madre, esperan que sonriamos con ellos y aceptemos de buena gana su "valemadrista" afirmación de que "así son los niños". Y yo digo, sí, así son los niños malcriados por padres desconsiderados o incompetentes. Otros piensan que a los críos no se les debe regañar por nada, y que decirles "¡no!" puede "frustrarlos" para siempre. Nadie pide que en un restaurante se hable siempre en voz baja o se guarde el silencio propio de una biblioteca, pero la prudencia y esa capacidad natural que todos tenemos para juzgar lo que ocurre a nuestro alrededor de forma razonable, es decir el elemental sentido común, nos dice cuando un tono de voz, un grito o un movimiento abrupto es demasiado. Y no se minimice el tema con esa "sangrona", trillada y automática frase que contribuye nada y diluye todo, y que dice que "el sentido común es el menos común de los sentidos", porque la verdad es que todo mundo sabe cuando algo se está "pasando de la raya". La diferencia radica en que a las personas consideradas les importan los demás y a las desconsideradas no. Para incentivar a los padres a controlar a sus hijos en ambientes adultos, me pareció una excelente e imitable idea lo que el dueño de una enoteca de Padua, en el norte de Italia, hizo para premiar a los padres de unos niños que se portaron bien dentro de su establecimiento. La idea comenzó un domingo en el que un grupo de seis adultos y cinco niños acudieron a su local, y el excepcional comportamiento asombró al propietario, quien decidió hacerles un descuento especial. Al final, impreso en la cuenta venía un descuento de 13.05 euros con el concepto: "Sconto bimbi educati" (Descuento por niños educados). Al ver esto, los padres dejaron 30 euros de propina a los meseros. El propietario dijo que premió a los padres no sólo por el buen comportamiento de sus hijos, sino porque además no los tuvieron entretenidos con aparatos tecnológicos, como iPads, teléfonos, o juegos electrónicos, sino con conversaciones entre ellos, libros, cuadernos de dibujo y lápices. Estos ejemplos son los que debemos emular.

Los padres que educan mejor a sus hijos, que ponen atención y están al pendiente de ellos, y los propios niños que entienden y acatan las reglas de convivencia deben ser notados de alguna manera. Si alguien hace algo bien hay que decirlo y agradecerlo para que haya una diferencia real y tangible entre quienes hacen esfuerzos de autocontrol y respeto a los demás y quienes no. No digo que haya siempre que premiar con dinero y regalos el buen comportamiento de niños y familias enteras, pero sería bueno para todos incentivar la buena educación, la civilidad, el respeto a las leyes y a las reglas de urbanidad y convivencia, con palabras, con una nota escrita a mano, con detalles, atenciones y gracias diferentes de las que se dan a quienes les importa un bledo los demás. "Todos los días hacemos depósitos en el banco de memoria de nuestros hijos". Charles Swindoll