Sustitutos del Gobierno
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Pienso que el Gobierno está en muchos aspectos rebasado, y ante la incapacidad, ineficiencia, corrupción y valemadrismo generalizado, los ciudadanos poco a poco y en muchas áreas hemos ido sustituyendo las funciones y responsabilidades que le corresponden. El mundo al revés. Pagamos impuestos para garantizar el bienestar de la población y en muchos casos los particulares tenemos que intervenir para hacer, reparar o complementar el trabajo que millones de funcionarios públicos no hacen o hacen mal.

Porcentajes enormes de presupuestos federales, estatales y municipales que debieran destinarse para mejorar la salud, la educación y seguridad de los mexicanos, para el desarrollo económico, social, cultural, etcétera, se gastan en la nómina de las dependencias y organismos de Gobierno a cargo, quedando muy poco para llevar a cabo los fines para los cuales fueron creados, y llegando a absurdos como el que hace unos días se publicó en los medios, revelando que la Secretaría de Cultura y Artes de Oaxaca (Seculta) destina 93.6% de los 155 millones anuales que tiene de presupuesto al pago de nómina, servicios generales, materiales y suministros, quedando sólo 6.4 por ciento, apenas 10 millones de pesos, para acciones culturales de todo el Estado.

Y lo mismo ocurre en muchísimas dependencias y organismos gubernamentales. En otras palabras, los ciudadanos pagamos impuestos para mantener funcionarios públicos, para luego, a través de asociaciones civiles e instituciones de beneficencia privadas, hacer su trabajo y volver a pagar impuestos en forma de donativos (que hasta se niegan a hacerlos deducibles) para resolver problemas y mitigar las desigualdades y carencias más apremiantes de la población.

Si bien la solidaridad y conciencia cívica ciudadana es de gran ayuda para la sociedad, su lado negativo es que hace que el Gobierno se esfuerce menos por hacer mejor lo que le corresponde, abuse de la disposición y buena fe de los ciudadanos y que los problemas en lugar de solucionarse se agraven.

Y ejemplos hay muchos.

Cada vez hay más seguridad privada porque la policía no es confiable. Cada vez hay más camellones y parques públicos mantenidos por organizaciones y empresas privadas, que de otra manera quedan en el abandono; cada vez más los particulares preferimos resolver nuestros conflictos en arbitrajes profesionales que en juzgados, porque los primeros son más justos, expeditos y mucho menos corruptibles que los segundos.

Cada vez hay más escuelas privadas porque las condiciones y nivel académico de las públicas es pésimo.

Cada vez hay más automóviles porque el transporte público es malo e ineficiente. Cada vez hay más asociaciones civiles, fundaciones e instituciones de beneficencia atendiendo problemas de salud, alimentarios, educativos y sociales, porque el Gobierno no es capaz de atenderlos.

Cada vez hay más concesiones de servicios públicos a particulares, porque de esa manera el Gobierno se quita la responsabilidad de darlos, y es más fácil cobrar impuestos y parte de las utilidades de los concesionarios para mantener sus nóminas y prebendas, que montar organizaciones eficientes para prestar los servicios por su cuenta.

Además, lo lógico sería que por cada concesión otorgada a un particular, el aparato gubernamental se adelgazara, pero no ocurre así. Las responsabilidades del Gobierno disminuyen y las nóminas permanecen y hasta se aumentan.

Recursos hay. Los presupuestos federales, estatales y municipales son enormes, lo que pasa es que se dilapidan miserablemente, obligando a los ciudadanos a intervenir, para supervisar e intentar una administración más honesta y eficiente de los recursos públicos, y sólo donde a regañadientes nos dejan, porque obviamente la vigilancia ciudadana impide a los funcionarios y políticos disponer de los recursos a su antojo.

El resumen es que poco a poco, los ciudadanos nos hemos ido convirtiendo en sustitutos del Gobierno, en policías de los policías, en auditores de los auditores o en empleados de nuestros empleados, y no por gusto, sino por solidaridad para con los que menos tienen, para evitar desfalcos y para garantizar de alguna manera la cada vez más frágil estabilidad social.

"Mantener funcionarios públicos ineptos es como adoptar hijos pendejos". Yo